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    Gustavo Esquivo

    Alción editora

    -

    Un poemario exquisito. Ninguno de sus poemas es superfluo. Ninguna de sus palabras 

    ha sido dejada al azar. Se nota el trabajo de pulido hasta esencializar cada poema, lo 

    cual lejos de aligerar dota a cada uno y al conjunto de una fuerza y un pondus mayor. El 

    tono elegíaco brinda la cálida gravidez del fondo sobre el que resaltan las piezas de 

    reflexión sobre la paradójica experiencia del amor. El sentido de desposeimiento de sí 

    mismo, de enajenación, el peligro y el terror de estar absolutamente librado a la 

    voluntad de otra persona, y a su vez la fascinación irrefrenable que despierta esa figura 

    amada que nos arrastra al autosacrificio, a las nupcias, a los funerales, al renacimiento 

    de una esperanza siempre incierta. La peripecia del amor afirmado y negado rasga la 

    seguridad de la conciencia y pone en cuestión la certeza vinculante de las palabras. El 

    lenguaje con el que se teje la poesía se cuestiona a sí mismo en su verdad y se queda 

    aguardando la respuesta que, como ya ha experimentado, sólo puede venir de fuera de 

    sí, de otro: de esa maldita boca, de ese maldito objeto y símbolo del deseo, de esa única 

    fuente donde se puede beber la bendición, el “buen decir” del amor. 

    Alexis Louvet 

    La maldita boca

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    Gustavo Esquivo

    Alción editora

    -

    Un poemario exquisito. Ninguno de sus poemas es superfluo. Ninguna de sus palabras 

    ha sido dejada al azar. Se nota el trabajo de pulido hasta esencializar cada poema, lo 

    cual lejos de aligerar dota a cada uno y al conjunto de una fuerza y un pondus mayor. El 

    tono elegíaco brinda la cálida gravidez del fondo sobre el que resaltan las piezas de 

    reflexión sobre la paradójica experiencia del amor. El sentido de desposeimiento de sí 

    mismo, de enajenación, el peligro y el terror de estar absolutamente librado a la 

    voluntad de otra persona, y a su vez la fascinación irrefrenable que despierta esa figura 

    amada que nos arrastra al autosacrificio, a las nupcias, a los funerales, al renacimiento 

    de una esperanza siempre incierta. La peripecia del amor afirmado y negado rasga la 

    seguridad de la conciencia y pone en cuestión la certeza vinculante de las palabras. El 

    lenguaje con el que se teje la poesía se cuestiona a sí mismo en su verdad y se queda 

    aguardando la respuesta que, como ya ha experimentado, sólo puede venir de fuera de 

    sí, de otro: de esa maldita boca, de ese maldito objeto y símbolo del deseo, de esa única 

    fuente donde se puede beber la bendición, el “buen decir” del amor. 

    Alexis Louvet 

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