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MEMETICA
Tomás Fadel
SLIMBOOK Editorial
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Ningún poema acaba o comienza. Más bien se pausa, nos aburrimos o sentimos que “ya estuvo bien”. Ninguna acción humana concluye como tal. Hasta una piedra está en movimiento y no cesa. No vivimos en un mundo de objetos, sino de hechos. Memética propone un hecho y no aquel concepto, ya clásico, que tenemos del poema como un objeto: cerrado en sí mismo, definido y, por ende, memorizable. Autoconsistente, pero mutable, con una dinámica interna que evoluciona, Memética se reproduce, se alimenta como un organismo vivo. Un día podés abrir el archivo y leer alguna cosa que te guste, luego no hallarla o hallarla diferente y esa constante latencia del cambio sugestiona al lector a que nunca está leyendo el mismo texto. Incluso si el poema no recibió ninguna modificación nadie puede asegurar de que no haya acontecido algo en el medio, algún desplazamiento sintáctico, una elocución borgeana, un acento que faltaba o sobraba. Como Leónidas Lamborghini (en toda su obra, pero particularmente en su última fermentación: carroña última forma) Fadel reconstruye sus textos y los textos de otros y las voces y todo lo que constituya información. Escucha, lee, transcribe, poema caminado, de libretita y esquinas, cantabile y mutabile, pero no en su insistencia consigo mismo, sino en su apertura a todas las canciones que florecen alrededor, los sonidos y los ruidos, los subrayados y cinco segundos por fuera de las paginas mirando al horizonte. Fadel propone una escritura zen, una escritura de la escucha, del reflejo, pero no desciende a la pasividad estanca, sino que permite la entrada del azar, el caos y la reordenación, casi sinergética, de las imágenes y los sentidos dentro del texto.
Matías Heer
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MEMETICA
Tomás Fadel
SLIMBOOK Editorial
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Ningún poema acaba o comienza. Más bien se pausa, nos aburrimos o sentimos que “ya estuvo bien”. Ninguna acción humana concluye como tal. Hasta una piedra está en movimiento y no cesa. No vivimos en un mundo de objetos, sino de hechos. Memética propone un hecho y no aquel concepto, ya clásico, que tenemos del poema como un objeto: cerrado en sí mismo, definido y, por ende, memorizable. Autoconsistente, pero mutable, con una dinámica interna que evoluciona, Memética se reproduce, se alimenta como un organismo vivo. Un día podés abrir el archivo y leer alguna cosa que te guste, luego no hallarla o hallarla diferente y esa constante latencia del cambio sugestiona al lector a que nunca está leyendo el mismo texto. Incluso si el poema no recibió ninguna modificación nadie puede asegurar de que no haya acontecido algo en el medio, algún desplazamiento sintáctico, una elocución borgeana, un acento que faltaba o sobraba. Como Leónidas Lamborghini (en toda su obra, pero particularmente en su última fermentación: carroña última forma) Fadel reconstruye sus textos y los textos de otros y las voces y todo lo que constituya información. Escucha, lee, transcribe, poema caminado, de libretita y esquinas, cantabile y mutabile, pero no en su insistencia consigo mismo, sino en su apertura a todas las canciones que florecen alrededor, los sonidos y los ruidos, los subrayados y cinco segundos por fuera de las paginas mirando al horizonte. Fadel propone una escritura zen, una escritura de la escucha, del reflejo, pero no desciende a la pasividad estanca, sino que permite la entrada del azar, el caos y la reordenación, casi sinergética, de las imágenes y los sentidos dentro del texto.
Matías Heer
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