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    Juanita Escobar y Sarai Reyes

    La Luminosa editorial

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    A veces me da miedo perderme en mis delirios adolescentes, perderme y olvidarme de lo bello que es escribir, de lo bello que es poder calcar tus pensamientos en una hoja. No creo que alguna vez me olvide de todo eso, no creo que la adolescencia logre aplastar mis palabras. Pero si lo hace, perdón, y juro que haré todo lo posible para encontrarme, y digo encontrarme porque yo soy mis palabras, mis escritos…

    Sarai Reyes


    Este es un diario, testigo del paso de la infancia de Sarai a su adolescencia en el Llano, ¡donde ella y yo, por diferentes razones hemos vivido tanto! Sarai tiene ahora 13 años, es la hija de mi mejor amiga Francisca y la conozco desde que nació. Esta historia se concretó tras la nube de acontecimientos que nos cubrió durante los meses de pandemia y cuarentena juntas. 

    Sucede en la entrada de aguas en el Llano, cuando los mangos caen como notas, amarillas y verdes, estridentes contra el patio encharcado, contra los techos de palma o de zinc, o quizás en la cabeza de algún descuidado. Y como cualquier pequeño infortunio es una fiesta para un niño, además del dolor y el pelo empegotado de mango, sonarán las risas despiadadas de Sarai y su hermanito Salvador; una situación bastante “desagradable”, que es como ella describe al amor que dura para siempre. 

    Como los mangos, iban cayendo las restricciones de la cuarentena, una distancia tras otra, encierro sobre encierro, lágrimas sobre el cachete. Besos, encuentros y promesas se estrellaban contra los charcos, junto a los mangos. 

    Las imágenes también se contagiaron de este vértigo, estallaron como lo hacen las emociones, sin tiempo para pensar, sin dudas, con la velocidad y urgencia de contar, jugar, gritar y reír. El día a día iba desfilando con sus pasiones, miedos, animales, amor, mata de monte, llanura infinita, y siempre, Sarai y yo, movidas por la constante ilusión de otros mundos, sin poder llegar a ellos o llegando de otra manera. 

    Los pensamientos y textos de Sarai se fueron imponiendo en imágenes y metáforas, sacudiendo mi manera de ver este tiempo y fotografiarlo. Llegué a un tipo de infancia y recordé muchas veces un texto que ella escribió cuando tenía 7 años: “Cuéntame que yo tengo poca infancia ¡y tú tienes mucha infancia!”. Este trabajo es eso, una conversación entre nuestras distintas infancias. 

    Francisca y yo nos hicimos entrañables amigas y compañeras de trabajo por el inmenso amor que le tenemos al Llano, ella desde niña y yo desde los 19 años, cuando lo conocí… Para nosotras, el Llano, la gente llanera, los ríos y las sabanas son el centro de todo lo que importa, tenemos los ojos y el corazón puestos bajo el dictamen infinito de un mundo plano y sus caminos de a caballo. Sarai creció rodeada de ese anhelo, pero (o por eso) a sus 10 años escribió “ La Llanura es un fraude” , “Dejé la llanura atrás”… Y ahí empezó a hacer su camino, su reflexión, la búsqueda de sus paisajes, la escritura la ha acompañado desde niña y el lenguaje, ese por el que tanto se ha esforzado (nació con labio fisurado y paladar hendido), es su flecha, su espada, su espina. 

    Sarai, ese bichito de pelo crespo color de pajonales, es como una bola de fuego, que es el famoso espanto que anda por el Llano, confundiendo todo, revoloteando de lado a lado, sin que nadie lo ubique, y cuando lo haces, él ya te ha extraviado y no vuelves a encontrarte, es un remolino que te coge y no te suelta, por eso este libro, porque Sarai envolvió todo con sus ideas, su manera de ser y estar, dejándonos muchas veces sin aliento.

    Por Juanita Escobar

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    A veces me da miedo perderme en mis delirios adolescentes, perderme y olvidarme de lo bello que es escribir, de lo bello que es poder calcar tus pensamientos en una hoja. No creo que alguna vez me olvide de todo eso, no creo que la adolescencia logre aplastar mis palabras. Pero si lo hace, perdón, y juro que haré todo lo posible para encontrarme, y digo encontrarme porque yo soy mis palabras, mis escritos…

    Sarai Reyes


    Este es un diario, testigo del paso de la infancia de Sarai a su adolescencia en el Llano, ¡donde ella y yo, por diferentes razones hemos vivido tanto! Sarai tiene ahora 13 años, es la hija de mi mejor amiga Francisca y la conozco desde que nació. Esta historia se concretó tras la nube de acontecimientos que nos cubrió durante los meses de pandemia y cuarentena juntas. 

    Sucede en la entrada de aguas en el Llano, cuando los mangos caen como notas, amarillas y verdes, estridentes contra el patio encharcado, contra los techos de palma o de zinc, o quizás en la cabeza de algún descuidado. Y como cualquier pequeño infortunio es una fiesta para un niño, además del dolor y el pelo empegotado de mango, sonarán las risas despiadadas de Sarai y su hermanito Salvador; una situación bastante “desagradable”, que es como ella describe al amor que dura para siempre. 

    Como los mangos, iban cayendo las restricciones de la cuarentena, una distancia tras otra, encierro sobre encierro, lágrimas sobre el cachete. Besos, encuentros y promesas se estrellaban contra los charcos, junto a los mangos. 

    Las imágenes también se contagiaron de este vértigo, estallaron como lo hacen las emociones, sin tiempo para pensar, sin dudas, con la velocidad y urgencia de contar, jugar, gritar y reír. El día a día iba desfilando con sus pasiones, miedos, animales, amor, mata de monte, llanura infinita, y siempre, Sarai y yo, movidas por la constante ilusión de otros mundos, sin poder llegar a ellos o llegando de otra manera. 

    Los pensamientos y textos de Sarai se fueron imponiendo en imágenes y metáforas, sacudiendo mi manera de ver este tiempo y fotografiarlo. Llegué a un tipo de infancia y recordé muchas veces un texto que ella escribió cuando tenía 7 años: “Cuéntame que yo tengo poca infancia ¡y tú tienes mucha infancia!”. Este trabajo es eso, una conversación entre nuestras distintas infancias. 

    Francisca y yo nos hicimos entrañables amigas y compañeras de trabajo por el inmenso amor que le tenemos al Llano, ella desde niña y yo desde los 19 años, cuando lo conocí… Para nosotras, el Llano, la gente llanera, los ríos y las sabanas son el centro de todo lo que importa, tenemos los ojos y el corazón puestos bajo el dictamen infinito de un mundo plano y sus caminos de a caballo. Sarai creció rodeada de ese anhelo, pero (o por eso) a sus 10 años escribió “ La Llanura es un fraude” , “Dejé la llanura atrás”… Y ahí empezó a hacer su camino, su reflexión, la búsqueda de sus paisajes, la escritura la ha acompañado desde niña y el lenguaje, ese por el que tanto se ha esforzado (nació con labio fisurado y paladar hendido), es su flecha, su espada, su espina. 

    Sarai, ese bichito de pelo crespo color de pajonales, es como una bola de fuego, que es el famoso espanto que anda por el Llano, confundiendo todo, revoloteando de lado a lado, sin que nadie lo ubique, y cuando lo haces, él ya te ha extraviado y no vuelves a encontrarte, es un remolino que te coge y no te suelta, por eso este libro, porque Sarai envolvió todo con sus ideas, su manera de ser y estar, dejándonos muchas veces sin aliento.

    Por Juanita Escobar

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